POR: David Martín del Campo.- Se trata de una redención, para llamarlo con todas sus letras. Benito Juárez emancipado, revaluado al mil por ciento según decidieron las autoridades del Banco de México al emitir el nuevo billete de 500 pesos que desbancará, paulatinamente, al que tripulan los bonachones Diego y Frida.

Los vientos que soplan parecieran repetir la circunstancia de 1972, cuando el gobierno del presidente Luis Echeverría decretó a ése como “el Año de Juárez”, para homenajear al héroe del liberalismo republicano por antonomasia. En aquel año se cumplían cien de la muerte del Benemérito, ahora no se cumple nada… pero hay que cumplir.

Curándose en salud, la autoridad del BM lanza el nuevo billete para exaltar la figura de Juárez, como si no le sobraran estatuas, plazas y avenidas. Don Benito fue el vencedor de Segundo Imperio Mexicano, y fusilando a Maximiliano se liquidó la comezón de pretender una monarquía americana.

En mis mocedades circulaba un ocurrente concepto pecuniario. Era el “ojo de gringa” que aludía al billete de 50 pesos, donde un apuesto Ignacio de Allende parecía mirar hacia los horizontes impertérritos de la Patria. Con ese dinero, entonces, se podía ir doce veces al cine o cubrir una “mordida” luego de ser sorprendidos dando la vuelta prohibida. Ahora 50 pesos sirven para pagar una cerveza, aunque no un whisky.

El nuevo billete recuerda en mucho aquellos “ojos de gringa”, teñidos de azul celeste, máxime que en el reverso nadan apacibles dos ballenas para confirmar el talante pacificador del nuevo gobierno, sobre todo en tiempos beligerantes del trumpismo a tambor batiente.

El lugar de los héroes está en el papel moneda. Hidalgo, Morelos, Josefa Domínguez, Carranza, Madero, Cárdenas, Cuauhtémoc y Nezahualcóyotl; la agenda se presta a la devoción de cada época, al fin que las reservas del BM están ahí para garantizar la transacción. Hubo los famosos “bilimbiques”, emitidos por los ejércitos en pugna un siglo atrás, billetitos que ponían en circulación los impresores de Villa y Obregón, y que no valían ni la tinta de su impresión. De ahí la desconfianza proverbial del mexicano hacia su moneda.

En los billetes americanos asoma Washington, en los vietnamitas Ho-Chi Minh, en los canadienses la reina Elizabeth y en los cubanos el Ché. Para todos los gustos hay papel moneda, y la nueva tendencia de emplear polímero en vez de papel de algodón busca la autenticidad práctica a partir del uso de hologramas y las marcas de agua, aunque carecen del encanto, al tacto, de los billetes de antaño.

El billete de un peso era primoroso. Rojo, con el calendario Azteca al frente, y en el reverso la columna de la Independencia. Había unos, de tan usados, que olían materialmente a mercado. Daban pena los pobrecitos, de tan maltratados, pasando con dignidad marchita por las manos de todo el pueblo. Después, con el proceso inflacionario, debieron quedar fuera de circulación por incosteables. Es lo que está por ocurrirles a los actuales billetes de don Benito, porque ya no hay taxis que cobren 20 pesos y valen, justo apenas, el equivalente a un dólar.

El dinero es el motor de la civilización. Por dinero se trabaja, se mendiga, se mata y se obtienen todo tipo de favores. Hay amores extinguidos por su ausencia, o amistades que se pierden por un pleito de billetes. Tener poco o mucho dinero pareciera el quid de la felicidad. Recuerdo las escenas del tío rico Mac Pato (escocés al fin) nadando en su arca inconmensurable de billetes. Ese fue el sueño del chino-mexicano Zhenil Ye Gon, quien en 2007 fue aprehendido luego que se hallara en su residencia una montaña de dinero equivalente a más de 210 millones de dólares. La frase que justificó el escándalo de ese tesoro, vinculado al decomiso de 20 toneladas de pseudoefedrina, fue que le habían advertido, “coopelas o cuello”.

Así ahora, entre el Juárez de 20 o el Juárez de 500 pesos, habrá que decidir qué es lo que más nos conviene, al fin que ambos se podrían confundir, ya lo decíamos, con un ojo de gringa.