Cortesia El Periódico

Por David Martín del Campo  .- Sálvese quien pueda. Las autoridades de la OMS se están tardando en lanzar la orden del zafarrancho sanitario. Vacunados y no vacunados, embozados y no embozados, sintomáticos y asintomáticos; ¡todos a los botes salvavidas, que el Diluvio infeccioso no concluirá sino hasta el 2033!  

    Ahora toca turno a la variante Ómicron, al fin que luego de las especies Alfa, Beta y Delta, quedan aún bastantes letras griegas para complicarnos el devenir de la pandemia por todos aborrecida. Sigma, Ípsilon, Omega, serán las variantes del Covid para los próximos tiempos, y que el cielo nos coja confesados (perdón, vacunados).  

    La culpa no es atribuible, no del todo, a sir Charles Darwin. Autor de la teoría de la evolución de las especies, el naturalista británico entendió que la especie humana desciende de otros homínidos más antiguos, por lo que fue vilipendiado en su momento. “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, así que el único que desciende de los monos es, con todo respeto, míster Charles Robert”, se mofaban de él.  

    Variante uno y variante dos, tres y cuatro; el material genético se va modificando de individuo en individuo, y en eso estriba, precisamente, la evolución de cada especie… su mejoramiento y adaptación al medio y, en ese tránsito de perfección y especialidad, muchas veces las claves de su extinción.  

    Nada es lo que fue; ése es el principio de todo. Y, en el mismo sentido, nada es lo que será. Los perros de hoy no son los lobos de hace 50 mil años, cuando los domesticamos, del mismo modo que nuestros estrictos padres persiguiéndonos a chanclazos no son los mismos cuando, consumidos por la enfermedad, visitamos en sus lechos de agonía y desmemoria. El Ford modelo T de 1913 no es nada comparado con el Nissan Leaf que ya se comercializa, totalmente eléctrico.  

    Variantes, variantes… Los antiguos tocadiscos transformados en la aplicación Spotify (por la cual tenemos la discoteca universal en la bocina de nuestro celular), los dramas shakespereanos que (renunciando al foro) se han transformado en series de streaming del tipo o “Game of trones” o “House of cards”. En las relaciones familiares, en la vestimenta, en la política misma… ya nada es lo que fue.  

    El partido del régimen, por ejemplo, que fue el partido que extinguió las encarnizadas rencillas de los generalotes tras el triunfo de la Revolución de 1910, hoy día no es ni sombra de sus años de esplendor. Del partido Nacional Revolucionario (1918-38) al partido de la Revolución Mexicana (1938-46), al finalmente Revolucionario Institucional desde la instauración del alemanismo, ahora es un escuálido dinosaurio que nada tiene que ver con los brontosaurios de antaño. Y qué decir del Partido Comunista de aquellos años de Lenin y la Internacional Comunista; derivado luego de medio siglo en un fusionado Partido Socialista Unificado de México (PSUM, 1981), luego Partido Mexicano Socialista (1987), luego Partido de la Revolución Democrática (1989), y luego la escisión denominada Movimiento de Regeneración Nacional (2011).  

    Variantes, genes, evolución pragmática. La nueva versión del corona-virus arrebatado a los murciélagos en el mercado de WuHan intentará por todos los medios conquistar nuevos huéspedes, reproducirse, infectar otras víctimas. Al enfrentar a los anticuerpos y las barreras que le presentan las estructuras moleculares generadas por las vacunas del caso, seguirán evolucionando para eludir esa barrera y asaltar nuevos territorios. Es la ley de la vida. Transformarse o morir.  

    La novedosa variante habrá de llegar, tarde que temprano, a territorio nacional. Es la diferencia de las épocas. Las antiguas cepas viajaban a lomo de mula, en barco, tardaban años en expandirse por el globo. Ahora los virus se trasladan por vía aérea y arriban por los puestos de migración. Un saludo de mano, un estornudo, “creo que pesqué un refriado”.  

    Variantes, variantes que están haciéndonos evolucionar en nuestro comportamiento cotidiano. Nuevas neurosis, nueva depresión, nueva misantropía. Lo dijo Armando Jiménez, autor de Picardía Mexicana: “Todo por servir se acaba… y acaba por no servir”. Pero variando, por favor.