El evangelio que se proclama este segundo domingo de cuaresma en la liturgia de la Iglesia católica (Lc 9,28b-36) describe la Transfiguración del Hijo de Dios. Este acontecimiento viene narrado después del primer anuncio de la pasión de Jesús y revela su identidad. Se trata de un pasaje bíblico que por una parte manifiesta quién es Jesús y por otra prepara a los apóstoles para superar el escándalo de la cruz ayudándoles a comprender la gloria de la resurrección.
El anuncio de la muerte de Jesús probablemente escandalizó a más de uno de los discípulos, sobre todo a aquellos que alimentaban expectativas triunfalistas; con esta revelación se declara que la muerte no aniquila el proyecto de Jesús; ella llegará en su momento y mostrará toda su fuerza y destrucción, pero será vencida porque Jesús es el Hijo de Dios. Dentro del hijo de Dios existe una fuerza interior, una luz que destruirá las tinieblas.
Por medio de la transfiguración, Jesús revela a sus discípulos cual es el sentido de su futuro dramático: LA GLORIA LLEGARÁ DESPUÉS DE SER RECHAZADO Y SUFRIR LA MUERTE. Esto nos recuerda una esperanzadora enseñanza ya presente en el libro bíblico del Éxodo: Detrás del desierto está la tierra prometida.
La experiencia dura del desierto no puede acabar con la esperanza. El desierto pasará. La muerte y el sufrimiento aparecerán en su momento pero no debe escandalizarlos. La muerte será superada por la nueva vida que viene con la resurrección.
Luego de la transfiguración, los apóstoles escuchan también este mensaje: ESTE ES MI HIJO, MI ELEGIDO, ESCÚCHENLO. La transfiguración por lo tanto, no sólo revela quien es Jesús: él es el Hijo de Dios y es la luz que necesitamos para vencer las fuerzas del mal que nos acechan.
Presenta además un camino que el discípulo debe cultivar para que también se vaya transfigurando, este camino es el de la escucha del hijo de Dios.
El camino para salir triunfantes de las fuerzas del mal es ESCUCHAR A JESÚS EL HIJO DE DIOS. Él es el único que nos puede ayudar a superar los signos de la muerte. Quien escucha a Jesús encuentra la verdad y la vida. Encuentra la salvación. Esta invitación que viene del Padre celestial nos recuerda el Shema Bíblico: ESCUCHA ISRAEL el Señor nuestro Dios es el único Señor, no hay otro.
A Jesús lo podemos escuchar en nuestro interior a través de la conciencia pero también cuando leemos su palabra en la Biblia o cuando nos acercamos a las personas y contemplamos su realidad.
Existen desde luego otras voces seductoras que se presentan hoy al ser humano pero que no corresponden a la verdad. Son voces manipuladoras que pervierten la realidad y que se presentan con apariencia de bondad. Son como las voces de la tentación que Jesús escuchó en el desierto y que lo invitaban a apartarse del proyecto de Dios.
En la escena de la transfiguración que se narra el segundo domingo de cuaresma, Dios Padre nos muestra a su Hijo y nos invita a escucharlo. La revelación de Dios se nos muestra por medio del rostro de Jesús. “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre, dice Jesús en el evangelio de Juan (Jn 14, 9). Jesús nos muestra el rostro misericordioso del Padre.
Con la cuaresma nos encaminamos a la gloria de la pascua, estamos llamados a transfigurarnos escuchando la Palabra de Dios.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes.