FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO.- En una sola semana tuvimos dos muestras de que la diplomacia para López Obrador se reduce a un simple número de feria de cuarta, ya que primero saboteó con un discurso fuera de lugar la última oportunidad que tenía para evitar un gran pleito con Estados Unidos y luego, remató la faena unos días después respondiendo con un sonsonete burlón a una acción preparatoria de un pleito legal a nivel internacional con ese país y al cual, para desgracia de México, se acabó sumando el otro socio comercial que es Canadá.
Los hechos ocurrieron así, primero López Obrador se dedicó durante semanas a boicotear una cumbre interamericana que le tocaba organizar a Estados Unidos so pretexto de que no invitaron a los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela; lo que hizo a sabiendas de que esos parias internacionales ni siquiera tenían la más mínima intención de acudir a la cumbre.
Acto seguido, el gobierno de Estados Unidos lo convoca a una reunión en Washington, lo cual es algo muy diferente a una visita de estado o incluso a una de trabajo y es que la reunión en diplomacia tiene un nivel más bajo que las otras modalidades mencionadas y muestra de ello es que López Obrador literalmente entró a la Casa Blanca por la puerta de atrás, no hubo ningunos honores ni protocolo alguno y lo medular de su visita fue atendido por la vicepresidente de aquel país y solo vio a Biden para la foto.
Claro, en ese breve encuentro López se quiso lucir con una larga perorata sobre la historia reciente de Estados Unidos y ofreciendo cosas que no corresponden a la realidad, tan es así que hasta el anfitrión tuvo que corregirlo en alguna ocasión.
En resumen, la reunión en Washington fue un rotundo fracaso, ya que más allá de las acciones chuscas como el que López se sentara en su silla de la tortura (cuando iba a reuniones con Trump sucedía lo mismo) o el chichón de Frau Müller; el saldo de la visita fue otra humillación más para México, ya que comprometieron a López Obrador a pagar mucho dinero para la seguridad fronteriza, un interés claramente norteamericano y no mexicano y eso, a un demagogo que dice que defiende la soberanía del país como nunca nadie lo había hecho, no le sienta nada bien.
Es más, tan vejatorias han sido sus reuniones en Washington que le recomiendo que en lo poco que le resta a su sexenio, ya no visite esa ciudad; ya que cuando ha ido para allá, inevitablemente nos recuerda a cuando los tejanos enviaron prisionero a Santa Anna a la misma ciudad.
Volviendo a nuestro tema, algo que debió de estar muy presente en la reunión de López Obrador con la vicepresidente Harris fue la cuestión energética y es que la contrarreforma en la materia, que a medias ha implementado López en México, es un tema bastante incómodo para los estadounidenses que han invertido muchos dólares en crear empresas productoras de electricidad y extractoras de petróleo; y el hecho de que el gobierno mexicano pretenda restituir los monopolios de las empresas estatales, provoca dos problemas insalvables en la relación con ese país.
Por un lado, la contrarreforma energética promovida por el gobierno mexicano fomenta una competencia desleal que beneficia a las empresas estatales al obligar a todo el mundo a comprarles primero a ellas, relegando a las demás; mientras que por el otro, esas empresas al estar sujetas a contratos colectivos de trabajo con sindicatos parasitarios, son altamente ineficientes para modernizarse e invertir en tecnologías modernas y amigables con el medio ambiente, ya que tienen que pagar salarios y prestaciones muy altos a una cantidad enorme de trabajadores activos y pensionados.
Y al ser ese par de problemas insalvables a la luz de los compromisos que el propio gobierno de López Obrador creó al suscribir el actual tratado comercial norteamericano, es que el gobierno estadounidense pasó a la siguiente fase, es decir a preparar el pleito legal al pedirle explicaciones formales al gobierno de México sobre su actuar en materia energética y digo preparar, porque lo que sigue es presentar formalmente la controversia ante un panel arbitral previsto en el mismo tratado comercial y en caso de que el gobierno mexicano pierda, las sanciones pueden consistir en indemnizar a las empresas estadounidenses y canadienses afectadas, grabando con aranceles a cualquier producto mexicano que se pretenda exportar a esos dos países.
La situación jurídica y comercial de México puede volverse muy grave, ya que en esos arbitrajes no va a haber un Zaldívar que ponga a dormir la controversia ni tampoco va a ser válido invocar el derecho interno de México; ya que la contrarreforma solo fue a nivel legal, debido a que López Obrador no cuenta con un mandato popular suficiente para modificar la constitución, y las leyes son jurídicamente inferiores a los tratados internacionales.
Así que por donde se le vea, no es conveniente un pleito de este tipo con los socios comerciales y a pesar de las bravatas y los sonsonetes burlones que pueden ser efectivos para cierto público seguidor del presidente, lo mejor es que por una vez López Obrador se ponga a gobernar en serio, cumpla los acuerdos internacionales y dé marcha atrás a su contrarreforma energética, ya que esta vez el derecho se va a imponer sobre los caprichos de su voluntad y el verdadero perdedor va a ser el país en su conjunto.
Twitter: @FelipeFBasilio