Por David Martín del Campo.- Como el Ave Fénix, la FIL ha resucitado. Luego de los dos años de la pandemia que paralizó a la humanidad, la feria de ferias del libro en castellano ha reabierto sus puertas para el reencuentro de escritores, lectores, editores y promotores del libro. Y habría que agradecérselo a Dios, a las vacunas, al ciclo natural del coronavirus que se ha vuelto dócil como corderito; dicen.
La inauguración, como ha sido reseñado ya, fue un caos. El conflicto que guardan el gobernador Enrique Alfaro contra el jefe de la FIL Guadalajara, Raúl Padilla, generó la marcha que tomó las instalaciones externas del conjunto Expo, impidiéndoles a los visitantes acceder al recinto. Preguntándole a uno de los manifestantes que quiénes eran y qué pretendían con ello, me respondió lacónico: “Es el pueblo, defendiendo a la UAG”. Ah, bueno, el pueblo bueno ha llegado a Jalisco.
Adentrándonos por la puerta pos eterios, como todo mundo, igual que bandidos, logramos ingresar a la FIL que, por fin, arrancaba sus actividades como si tal. Otra vez los puestos relucientes de las grandes empresas editoras, Penguin, Planeta, Santillana, la UNAM, el Fondo de Cultura Económica… y las novedades del año, de los dos y tres años recientes, en que la industria editorial parecía sucumbir. Y el encuentro con los amigos, los cocteles, las presentaciones, los descuentos, el tequilita y la torta ahogada a las siete de la tarde.
Y así, desplazándonos por los foros y restaurantes del entorno, esta mano pudo saludar, en el lapso de dos horas, ni más ni menos que las diestras de Porfirio Muñoz Ledo (en silla de ruedas y organizando un foro), de Pascal Beltrán del Río (director de Excélsior), Lorenzo Córdova (presidente consejeros del INE), Arturo Pérez Reverte (presentando su reciente novela, “Revolución”), Irene Vallejo (autora del laureado volumen “El infinito en un junco”), Humberto Moreira (defendiendo la Alianza electoral pisoteada por su jerarca), Rosa Beltrán, directora de Cultura UNAM. Esta mano, en dos horas.
Y mientras tanto, escapándonos a los bares y cafeterías aledaños, ¿cómo va el partido?. ¿Uno cero, dos cero? Y sí, claro, Dios es Dios, y Messi es Messi. ¿Y la marcha? Ahí están las imágenes de TV Azteca, exaltando a esos 12 millones, un millón, medio, cien mil, diez mil manifestantes como los que hubo dos domingos atrás. Unos defendiendo al instituto electoral, otros pisoteándolo que, lo de moda, es la lucha de clases a punta de marchazos.
Ha sido un día extraordinario. Hemos podido presentar el nuevo libro, “La historia del hielo”, a pesar de los contratiempos y reencuentros. Y lo más emotivo: los miles de visitantes de la FIL, curioseando en las estanterías, revisando prólogos, preguntando por títulos extraviados, en familia y en solitario, buscando el libro que habrá de remediarles la existencia (o modificárselas) en el lapso de cinco días mientras dura la lectura.
Lo comentaba con el desaparecido y portentoso novelista Gerardo de la Torre: la existencia de un escritor está ceñida por dos eventos: le serie mundial, y la FIL iniciando diciembre. Lo demás, es vida cotidiana.
Así nos adentramos en los pasillos y locales por cientos de la Expo FIL, buscando el libro que espera a nuestro encuentro, el compañero del sofá, el párrafo que nos remediará el hastío de la crisis nacional. Supongo.