
Por Gumii Cobix – sugerencia del autor (Léase con canciones de José José de fondo)
Hay personas que solo con el hecho de pensar en estar solas sienten incomodidad. Viven perpetuando relaciones que no les convienen solo por no sentir que las han abandonado. Me presento: soy Lu y soy una palomita migajera.
Sé que al contar esto probablemente me humille en internet, pero ¿qué más da, si no me importó humillarme por una pizca de amor? ¿Por qué no lo haría en internet? Quién sabe, tal vez alguien por ahí aprenda de mis errores. Aunque, siendo sincera, hay muchas cosas de las que no me arrepiento, y creo que dar vergüenza es una de ellas, porque cuando pasas la barrera de la vergüenza no hay vuelta atrás. Sé que si publico esto, internet y mis amigos no me dejarán olvidarlo. Pero bueno, que comience la humillación.
Para eso tenemos que remontarnos a una pequeña Lu de tan solo 17 años, con la hormona a tope y la realidad bien alterada. Creía que, obviamente, me iba a casar con mi novio de prepa. ¿Cómo no me iba a enamorar si me celaba como si fuera la última Coca del desierto?
(Nota: me engañó, pero como consuelo me dijo que la otra chica estaba de acuerdo con que él tuviera novia, porque, ante todo, era un hombre considerado y deconstruido.)
Obviamente, era yo la que no entendía que el amor no debía limitarse. Le pedí disculpas por tener una mente tan cerrada. Yo no estaba muy de acuerdo, pero seguramente era porque no había leído lo suficiente sobre el poliamor, como él.
Después de esa pizca de humillación emocional e intelectual, decidí aventurarme en el mundo de las citas (más bien me dio terror darme cuenta de que estaba soltera después de tres años). Así que acepté salir con un religioso (sí, señoras y señores, salí con el chico del coro): un hombre que consideraba que regalarme una camiseta de Hooters transparente era un acto de romanticismo.
Pero lo mejor llega con la edad. Después de estar casi diez años en una relación, la ansiedad por no sentirme sola me llevó a tomar la peor decisión de mi vida: salir con un OTAKU. Y como dice la chaviza, QUEDÉ PAYASA cuando, en un arranque de celos (porque según él, vi demasiado al mesero), me dejó sentada en un restaurante, con su comida intacta y el mesero preguntándome si todo estaba bien.
Y esperen, que esto solo se pone mejor: me esperó en la entrada para que yo pagara el Uber de regreso.
Pero la humillación no acaba ahí. Sí, señoras y señores, aún se puede caer más bajo, porque lo perdoné… solo para que él pudiera ignorarme y decirme DESESPERADA. ¿Y saben qué es lo peor? Que tenía razón. Yo estaba desesperada por no sentirme sola. Me hacía falta una buena arrastrada para darme cuenta de que, si estar acompañada se sentía así, pues “MEJOR NADOTA”.
Hoy puedo decir que soy una migajera reformada, porque al final una se cansa de pedir que la traten con respeto (ya ni hablemos de amor), de tener las mismas discusiones que terminan siendo inútiles, porque no quieres darte cuenta de que simplemente “NO LE GUSTAS LO SUFICIENTE”. Sé que duele, pero te va a doler por menos tiempo si lo sueltas.
Por esto mismo, me gustaría empezar de nuevo y decir:
“Hola, soy Lu y fui una migajera”,
y como buena adicta a las migajas reformada, les daré 4 pasos para que dejen de andar recogiendo migajitas de amor:
- Es momento de ir a terapia: si tú, al igual que yo, no sabes qué pedo con lo que sientes, es hora de llamar a los refuerzos.
- Invierte: por alguna razón, cuando dejas de migajear, te empieza a sobrar dinero. Invierte en ti, lo que me lleva al siguiente punto…
- Sal: no me refiero a tener citas, me refiero a tener actividades que te gusten.
- Constrúyete una vida que te guste vivir: este es el mejor consejo que te puedo dar. Aprende a tener una vida que te satisfaga. Puede que no todo esté perfecto, pero que, cuando te duermas, lo hagas con una sonrisa.
Esto no es una clase motivacional, ni yo soy la Mesías de los migajeros, pero sé que todos hemos estado en ese punto en el que creemos que tal vez, si nos dan suficientes migajas, nos llenaremos. Porque poner límites significa hacernos responsables de nuestra estabilidad emocional, y eso sí da terror.
Así que si hoy estás ahí, con el corazón hecho trizas, recogiendo migajas como si fueran pan caliente y tú paloma en plaza, solo te puedo decir esto: no estás sola, no estás roto, solo estás en medio del cagadero emocional que todos atravesamos alguna vez. Pero de ahí también se sale, con llanto, con risas incómodas, con memes tristes y terapia (mucha terapia).
Porque sí, a veces hay que tocar fondo para ver que el piso estaba lleno de migajas… pero también es ahí donde una aprende a cocinarse un banquete emocional propio.
Y si nadie te lo ha dicho hoy: tú mereces amor del bueno, del ruidoso del que no se mendiga ni se calcula en likes o en vistas. Así que, amiga, amigo, amigue… levanta la frente, sacúdete el polvo, y recuerda: más vale sola que viendo el parrafo que le mandaste a las 2 a. m. (igual ta va a dejar en visto)
Firmado:
Una palomita migajera que aprendió a volar alto… con todo y las alas rotas.