Por David Martín del Campo.- Lo que ofende es la desfachatez. O qué, ¿nadie le dijo que los establecimientos modernos cuentan con sistemas de monitoreo televisivo? Alzó la mano, tomó el volumen, lo escondió entre las planas del periódico que llevaba y así, tan campante, pretendió salir con gesto de “qué listo soy”.
Pero no. Saltó la alarma, lo llamaron los guardias, revisaron el libro aquel donde el dispositivo electrónico no había sido desactivado …y de hizo el escándalo. “El embajador de México intenta cometer un robo en El Ateneo Grand Splendid”.
No es lo mismo robar un libro que robar un banco, alguien diría, robar un lápiz de la oficina, robarse una novia, robar veinte mil litros de combustible de un ducto de Pemex. No, no es lo mismo, pero el delito está tipificado como eso, “apoderarse de bienes ajenos con ánimo de lucro”. Y ni modo, el embajador Ricardo Valero será más recordado por esa burda fechoría que por sus atinos diplomáticos.
El libro en cuestión es la biografía de Giacomo Casanova preparada por el historiador Guy Chaussinand Nogaret. La pregunta obvia es, ¿por qué evitó pagar el libro, diez dólares, o pretendía de ese modo homenajear al libertino de libertinos, al humorista y seductor de 400 mujeres? La respuesta puede atribuirse a un simple olvido… pero la evidencia del video grabado no sugiere ese lapsus de la memoria.
Que yo recuerde, nadie está libre de culpa. Por lo menos de esa culpa, la de sustraer volúmenes a espaldas del encargado de la librería. Decíamos entonces que no era un delito, sino que se trataba de una simple “expropiación cultural”, y teníamos ciertas estrategias y modos de operar, que aquí no aprovecharé para exponer. Teníamos entonces dieciocho años, tal vez diecinueve, y el mundo nos pertenecía, pesase a quien le pesase.
El caso del embajador Valero ha tocado una cuerda delicada. En el proceso de ”fusilamiento virtual” de los enemigos del régimen extinto (Emilio Lozoya, Rosario Robles, Genaro García Luna), cuyas acusaciones son por presuntos desfalcos de cientos de millones de pesos, los diez dólares del libro mangado por Valero alcanzan el mismo nivel de escándalo. En vísperas de la asunción del nuevo mandatario argentino, Alberto Fernández, los medios televisivos hicieron la comidilla del embajador mexicano, tildándolo de todo, de manera que el caso se encuentra en la Corte Suprema Argentina, de lo que podría derivar su expulsión como diplomático reconocido.
Y todo por la biografía de Casanova, cuyo subtítulo es “las cumbres y los submundos en la Europa de la Ilustración”, porque el escurridizo personaje era, además de hombre de poder y letras, un verdadero cínico en cuestiones de camas ajenas. ¿Pretendía nuestro señor embajador iniciar un periplo similar, de travesuras y hurtos simbólicos?, toda vez que los pícaros de antaño van siendo desnudados-denunciados por las mujeres que fueron “burladas”, lo mismo Plácido Domingo que Juan José Arreola, según el testimonio que ha ofrecido Elena Poniatowska en días recientes.
Ya nadie se salva. “Uno no es ninguno”, nos pitorreábamos en aquel tiempo al celebrar el libro agenciado por medios alternos, cuando que a carta cabal se trataba (y se trata) de un agravio a la casa librera, a la empresa editorial, al autor mismo cuyas regalías le estamos esquilmando. ¿O será que pretendía emular a Liesel Meminger, la protagonista de la novela de Markus Zusac, “La ladrona de libros”, y que en 2013 fue llevada exitosamente al cine por Brian Percibal? Es decir, la heroína que robando libros logra burlar al régimen del horror, que fue el nazismo, y de ese modo, por la lectura, salvarse y redimirse ante la historia y la propia conciencia.
Sólo que eso no existe, no del todo, y por más que aseguren que éste será recordado como “el sexenio del huachicol”, sabemos que la honradez será la divisa del régimen, y por ello los días de nuestro pillín embajador en el extranjero están contados. En lugar de la vida de Casanova, tal vez debiera iniciar la lectura de “La Cartilla Moral”, de Alfonso Reyes. Al fin que dispondrá de tiempo de sobra, y es un libro más barato.