«Debió de ocurrir a principios de la década de los sesenta. Christopher Lee, imponente actor británico famoso por sus películas de terror para la productora Hammer Films, se encontraba pasando el verano en la Toscana junto a su esposa, la pintora y modelo danesa Birgit Krøncke, cuando su coche pinchó una rueda. Tal como él lo recuerda, era una zona bastante solitaria, luego no le quedó más remedio que dejarla a ella en el vehículo (estaba embarazada de su primera hija) para ir a buscar ayuda.
De camino a la única casa que ve en varios kilómetros a la redonda, Lee resbala y se llena de barro. Cuando por fin llega a la puerta y toca el timbre, el propietario de la pequeña villa reacciona con pavor ante lo que ven sus ojos. “È lui!”, grita antes de caer desmayado. Tal como explicó después, ya un poco más calmado, el hombre lo había visto interpretando al Conde Drácula en una película la noche anterior.»
Lo cual es absurdo. Todo el mundo sabe que un vampiro jamás veranearía en un lugar tan soleado como la Toscana.
A Lee le encantaba recordar esta anécdota, quizá una de las mejores que nadie haya protagonizado durante sus vacaciones de verano, en multitud de entrevistas. El actor ha estado más presente que nunca en nuestros pensamientos durante este 2023, aunque él mismo sería el primero en confesar que nunca tuvo tiempo para ver las más de cincuenta películas en las que intervino a lo largo de varias décadas de carrera.
Sin embargo, en Araucaria Digital, nosotros nos atrevemos a recomendar cinco papeles fundamentales para que puedas recordarlo, consciente de que Drácula ya no llamará a tu puerta poco después de que las acabes… ¿O tal vez sí?
1. La maldición de Frankenstein (Terence Fisher, 1957)
Uno de los mayores desafíos que la Hammer tuvo que superar en los orígenes fue el de encontrar una fórmula estilística diferente a la que Universal Pictures, responsable de las primeras adaptaciones al cine de Drácula y Frankenstein, acuñara durante la década de los treinta. Fisher lo consiguió con honores, gracias en parte a una paleta de colores chillones –la sangre nunca había lucido tan roja en pantalla– que despedía al género del tradicional blanco y negro para sumergirlo en una galaxia de horrores explícitos. Del mismo modo, Lee logró apartarse del canon impuesto en 1931 por Boris Karloff para componer a una criatura tan amenazante como, en el fondo, trágica: lleva escrita en los ojos su condición de simple marioneta.
2. Drácula: Príncipe de las tinieblas (Terence Fisher, 1966)
Pocos intérpretes (por no decir ninguno) han dotado al Conde de un parte tan aristocrático como Christopher Lee, para quien la capa y los colmillos fueron casi una segunda piel. Entendemos a aquel pobre señor de la Toscana: realmente parecía que este hombre se había escapado de las páginas de Bram Stoker.
Su tercera película en el personaje es la más admirada por los conocedores del tema vampírico, conscientes de que su decisión de no darle a Drácula ni una sola frase contribuía a amplificar la imponente presencia escénica de un intérprete increíblemente enfático en sus manierismos.
3. El hombre de mimbre (Robin Hardy, 1973)
Cuando le pedían que seleccionase algún título suyo para las retrospectivas y homenajes que se le concedieron durante la última etapa de su carrera, Lee siempre apostaba por el mismo: El hombre de mimbre. Su mezcla entre horror folk, estudio psicológico con tintes paranoicos, sátira social y comedia negra con uno de los finales más brutales de la historia del cine británico la convierten en una experiencia mil veces imitada, pero nunca superada.
4. El hombre de la pistola de oro (Guy Hamilton, 1974)
James Bond nunca se ha enfrentado a un villano más carismático. Sí, Blofelds ha habido muchos, y probablemente todos muy icónicos, pero sólo existe un Scaramanga. Nadie se ha atrevido a imitar lo que Lee consiguió en una de las películas más redondas y heterodoxas de la franquicia, casi un estudio de existencialismo pop donde las cejas de Roger Moore, siempre perfectamente capaces de hacer toda su interpretación por él, se vieron superadas por las de su antagonista. En cierto sentido, Christopher Lee nació para interpretar a un villano de la franquicia de James Bond: no sólo era familia de su creador, Ian Fleming, sino que también jugaban al golf habitualmente en su villa jamaicana. Fue la primera opción para interpretar al Dr. No, pero ahora tenemos claro que El hombre de la pistola de oro no habría sido lo mismo sin él.
5. El Señor de los Anillos: La comunidad del Anillo (Peter Jackson, 2001)
A medida que nuevas generaciones de cineastas y aficionados iban descubriendo su legado, Lee nos regaló un buen puñado de secundarios memorables tanto en el cine de Tim Burton como en algunas de las franquicias más importantes del presente milenio. Su Conde Dooku en Star Wars fue un homenaje genial a Drácula, pero donde de verdad destacó fue en las dos primeras entregas de El Señor de los Anillos. Una vez más, su Saruman no surgió de la nada, sino que Lee se inspiró en las conversaciones mantenidas con su buen amigo J.R.R. Tolkien. Jackson tomó la difícil decisión de eliminar sus escenas del montaje comercial de la última entrega, El retorno del Rey, lo cual enfureció sobremanera a nuestro hombre.