FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO.- El discurso del odio es el peor de todos los que ha escuchado la humanidad, ya que generalmente se basa en mitos y falsedades que se inculcan desde la infancia con la finalidad de destruir y ese discurso se agrava si es emitido desde el Estado que tiene como función principal buscar el desarrollo de la sociedad a la que conduce; es decir, se trata de un discurso contra-natura y me atrevo a decir que es el caso en el que mejor se puede aplicar dicho término.
Sin embargo y por desgracia, muchos regímenes han utilizado el odio a lo largo de los siglos con la finalidad de obtener un control social, mas con ello no resuelven ningún problema de su sociedad, ya que lo que causa ese tipo de discurso solo es destrucción.
El discurso de odio puede ser religioso, de lucha de clases, anti algún grupo étnico, lingüístico, gremial o lo que se le ocurra quien se quiere valer de él más el común denominador es que solo se basa en la agresión, en no resolver ningún problema y en que acaba tarde o temprano fracasando su emisor, ya que siempre se descubre que no lleva a nada bueno y quien lo utiliza terminó desgastado.
Ejemplos de este tipo de discurso hay miles en la historia de la humanidad y en tiempos recientes, destacan dos en especial: el nazismo con su odio racial y el comunismo con su lucha de clases y ambos fracasaron estrepitosamente y dejaron en pésimas condiciones a los pueblos que los padecieron.
Nuestro país tampoco ha sido ajeno al uso del odio como instrumento de gobierno, pero lo particular del caso mexicano es que ese odio se ha construido en tiempos recientes y en escritorios de “historiadores” con muchísima imaginación, ya que las supuestas grandes confrontaciones que dicen que hubo en la historia de México, en realidad no fueron tales.
Empecemos con el mito de la conquista, del cual se ha dicho desde el siglo pasado que allá por el siglo XVI unos españoles ambiciosos y déspotas sometieron a sangre y fuego a la nación mexicana encarnada por los aztecas en esos tiempos, tan es así que el episodio en sí es llamado como “La conquista de México” dando a entender que algo equivalente a la nación mexicana actual fue conquistada por los españoles y que además de ahí surgió toda una historia de abusos cometidos por esos europeos invasores en contra de la población que en ese momento era nativa de estos lares.
Sin embargo, esa visión histórica deliberadamente inculcada en las escuelas de México no sobrevive a un análisis riguroso, ya que para empezar es fácil saber que en aquellos tiempos no había ni españoles ni mexicanos tal y como los entendemos ahora, ya que tanto en lo que ahora son España y México lo que existían eran muchas naciones con identidades propias, ya que España como unidad se conformó hasta la llegada de los borbones al trono en el año de 1700, mientras que México surgió como nación en 1821 una vez consumada la independencia.
Luego entonces, los que llegaron eran unos exploradores pertenecientes a la corona de Castilla (mayoritariamente andaluces y extremeños), quienes se encontraron a una pluralidad de naciones verdaderamente disímbolas en el territorio que hoy llamamos México y su capitán Hernán Cortés advirtió que muchos pueblos que encontró en su camino o bien se encontraban sometidos a los aztecas o bien estaban en guerra con ellos.
Siendo ejemplos del primer caso los totonacas de Cempoala y muchos pueblos de origen zapoteca, mixteco, otomíes y nahuas del mismo valle de México que se le fueron uniendo al ir pasando por sus tierras o al ver el progreso en su campaña contra los mexicas; mientras que del segundo caso fueron los tlaxcaltecas que se aliaron o los purépechas que permanecieron neutrales a pesar de las reiteradas embajadas enviadas por los mexicas para que los apoyaran en su lucha contra las demás naciones que se coaligaron en su contra.
Lo anterior está descrito tanto en las fuentes de la época como en los estudios que se han hecho a lo largo del tiempo y lo curioso es que en las primeras no se habla de un odio generalizado ni tampoco existen crónicas que narran los abusos que dicen que se cometieron; siendo verdadero que hubo una guerra cruenta, regida por los cánones de la época tanto europeos como americanos, con las barbaridades que ello conlleva pero de ninguna manera se exterminó a ninguna nación e incluso una vez rendida la ciudad de Tenochtitlán, esta continuó siendo gobernada otro siglo por sus tlatoanis.
El discurso del odio respecto a ese tiempo comenzó en el siglo XX con el régimen emanado de la Revolución Mexicana, quien empezó a difundir la idea del conquistador ambicioso y cruel y a la vez fomentar una visión de los vencidos alejada de la realidad y en la que se representa a la totalidad de los pueblos indígenas como sometidos, esclavizados e incluso exterminados por los españoles; buscando con ello fomentar un odio hacia criollos y peninsulares que, salvo por el caso del Padre Hidalgo del que más adelante hablaremos, siempre ha sido inexistente en la sociedad mexicana y tan es así que el reciente caso de las disculpas exigidas por el presidente de la república a la corona española por las supuestas atrocidades cometidas durante la conquista, cayó en la mofa y en la indiferencia de la mayoría de los mexicanos.
Con lo anterior es clara la intención del gobierno actual de fomentar y de ser posible exacerbar el odio hacia lo español y con ello entre la población mexicana, ya que no hay que olvidar que los mexicanos tenemos por igual orígenes americanos e ibéricos.
Dicho esto concluimos la primera reflexión acerca del discurso del odio y en la próxima ocasión hablaremos del mal llamado periodo colonial.
Twitter: @FelipeFBasilio