FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO .- Esta semana nos hemos enterado que los nombres y siglas tanto del presidente como de su esposa han quedado registrados como marcas comerciales tanto a nivel nacional como internacional e incluso hasta el apelativo “Peje” tiene en trámite una solicitud para quedar de igual manera.
Lo anterior, aunque es posible de acuerdo al marco legal existente y futuro en la materia, no hay que olvidar que en noviembre próximo entra en vigor una nueva Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial que prevé que las personas físicas pueden registrar su nombre como marca comercial y que curiosamente fue aprobada por la actual legislatura federal, resulta muy llamativo que la pareja presidencial registre sus nombres como marcas comerciales.
En primer lugar, es una muestra más que clara de la megalomanía que padecen los residentes de Palacio Nacional, quienes sienten que son tan pero tan grandes que todo el mundo muere por usar sus nombres para obtener beneficios económicos que es lo que regula este tipo de norma jurídica.
Ya es que es relativamente normal que cuando se llega hasta ese puesto pensando en la época de oro del presidencialismo mexicano, la que además se está tratando de reeditar y lo vemos con frases como llamar “arrogantes” a dos funcionarios autónomos que no asistieron al besamanos de Su alteza o despedir burlonamente a un secretario diciendo que está estresado porque es inferior y no está hecho para grandes cosas como el Sr. Presidente.
Y si para colmo lo aderezan con vivir en un lugar que es tan imponente en lujos y simbólico como el centro del poder en México tal como lo es el Palacio Nacional, pues resulta lógico que las personas pierdan el piso y se sientan grandes entre los grandes y nos demuestren con acciones como la que estamos comentando sus delirios de grandeza.
Por otra parte, también una noticia de una fruslería como la que estamos comentando es un gran distractor para evitar hablar del desastre económico y social en el que cada vez está más hundido el país, pero más que todo eso, resulta importante para no poner atención en que el gobierno actual no tiene la más mínima intención de corregir los errores tanto de gobierno como de administración que han colocado a México en la situación en la que se encuentra.
Ya que el actual discurso consiste en echarle la culpa de todos los males del país a la pandemia, cuando la realidad es que dicha enfermedad sí afectó algunas cosas, pero no es la causante de todos los desastres que hay en el país.
La pandemia no es ni homicida ni feminicida ni tampoco anda baleando y desapareciendo personas a lo largo y ancho del país; la pandemia tampoco dilapida los dineros públicos regalándolos a diestra y siniestra recortando presupuestos a las actividades vitales del Estado mexicano, provocando la extorsión gubernamental al pueblo cautivo a través de Hacienda (SAT), del Seguro Social o incluso por medio de la Comisión Federal de Electricidad, quien inventa cobros excesivos.
Ya ni hablar de las cosas que sí fueron provocadas por el temor a la enfermedad, como las pérdidas de empleos o el cierre de fuentes de trabajo; situaciones que fueron deliberadamente dejadas a su suerte por parte del gobierno y los frutos de esa perversa decisión ya se están empezando a notar.
Y por último hay otro factor en esa megalomanía y que, aunque lo pareciera al menos para el megalómano, no es menos importante que los anteriores y ese factor consiste en la lenta pero inexorable pérdida del poder.
La administración López está ya en la tercera parte de su duración, el año que viene aparte de llegar a la mitad es de elecciones intermedias y a partir de ahí empieza el proceso sucesorio y lógicamente empezarán a surgir tanto de su partido o corriente como de otros, nuevas figuras que van a buscar tomar la estafeta de la vida pública del país, siendo todo ello un detrimento para la figura y presencia del presidente actual.
El primer ejemplo de lo anterior ya se está viendo con la “rebelión” de Fernández Noroña, quien aspira ocupar la suite de López en Palacio Nacional y no solo no quedó conforme con la orden de este último de que se calmara, sino que hasta le mandó mensajes públicos de que no estaba de acuerdo con su decisión y además ya comenzó a insultar a funcionarios del actual gobierno.
Como bien podemos darnos cuenta, López tampoco escapa a las leyes inmutables del presidencialismo mexicano y poco a poco comenzará a perder poder real, ya que cada vez en menos tiempo habrá otro presidente de la república y sea quien sea ya no va a ser él y eso le puede mucho.
Por ello no debe de causar extrañeza que en los años venideros veamos más extravagancias como la aquí mencionada ni mucho menos nos debe de sorprender que cuando se lleve a cabo el cambio de gobierno en el 2024 dicho cambio sea tan traumático como el de Salinas a Zedillo.
El presidente y su señora se sienten grandes, su época de apoteosis ya pasó, pero no lo entienden ni lo entenderán; cómo les hizo falta un consejero como el que tenían los romanos ilustres quien en sus ceremonias triunfales en medio de la aclamación popular les decía al oído “no olvides que eres un simple mortal”.
Twitter: @FelipeFBasilio