POR: Francisco L. Carranco.- Por supuesto que cualquier asunto relacionado con las fuerzas armadas atrae la atención de todos los mexicanos, quizás en otras partes del mundo sea igual, pero en México reviste una importancia vital por ser, todavía, una de las instituciones más sólidas y que la sociedad confía, respeta y agradece por el apoyo social que presta a la población.
Las fuerzas armadas, en nuestro país, siguen siendo un orgullo para los mexicanos por los gran ayuda que prestan, considerado un Ejército de Paz, sus acciones son invaluables por el apoyo que brindan, principalmente, en fenómenos naturales, con salvamentos en sismos, huracanes, inundaciones, contingencias sanitarias como las que vivimos actualmente y dentro de sus funciones sustantivas la protección de la soberanía y la Libertad que todavía tenemos, presumimos y vemos como se agota ante la modesta lucha contra el tráfico de drogas, el narco y la delincuencia organizada.
Nuestros soldados construyen casas, aeropuertos, vías para trenes, andan por la calles de las ciudades del país para “salvaguardar” vidas, cuidar propiedad privada, tratar de inhibir el delito con funciones policiales que no les competen, pero colaboran para mantener el estado de derecho, vulnerado por los criminales, pero que su presencia sirve para darle un poco de seguridad a los ciudadanos.
Vemos en las contingencias a los hombres que pertenecen al ejército salvando gente, levantando derrumbes, construyendo escuelas, aplicando los planes de emergencia, defendiendo los postulados constitucionales y ofrendando la vida para este país y sus habitantes.
La propia organización militar se divide por jerarquías, los mandos militares, los jefes, desde los generales de 4 estrellas, oficiales, tropa y soldados, todos, son la institución que ha mantenido a nuestro país con una paz social, que ha hecho que la convivencia entre los mexicanos sea considerada una república democrática, libre, soberana que cuenta con fuerzas armadas fuertes y es columna del poder político nacional, cuyo servicio es inobjetable y cada sexenio refrenda su lealtad al presidente en turno y jefe supremo de las fuerzas armadas, sea del partido que sea.
Como institución militar, las fuerzas militares se rigen en muchos casos por tribunales militares con su propia ley, tienen su propia corte, hospitales, haberes y sobre haberes, comercios, seguros y muchas prestaciones superiores a los que marca la ley para cualquier ciudadano, esto ha acentuado la división entre la cúpula militar y la tropa.
Esto representa que al interior de la organización militar haya una gran diferencia y brecha entre los jefes y la tropa, el escalafón es diferente y, como políticos, los militares han ganado muchos privilegios y aunque no se traducen en puesto políticos si pueden presumir que comparten el poder presidencial.
La historia no es nueva, la presencia militar y el involucramiento de algunos jerarcas de la milicia en hechos vergonzosos y criminales tienen registros desde hace muchos años, la primero historia donde un militar de grado superior y héroe Olímpico vinculado en hechos criminales fue la del General, Humberto Mireles Cortes, medalla de oro en los juegos Olímpicos de 1948, el único mexicano ganador de tres medallas en una justa olímpica, representó a México y representó al ejército mexicano convirtiéndose en un héroe nacional.
El destino lo hace un criminal y un juez civil lo encierra en una cárcel, Lecumberri para ser preciso, por el asesinato de una persona en un conflicto de tránsito, donde el General mata a tiros a su oponente pasando 5 años en la cárcel.
Pero, al salir presión, cuentan que malos compañeros lo convencieron para que incursionará el mundo de los enervantes, es detenido en Parí Francia, acusado de tratar de introducir drogas a ese país y junto con dos presuntos traficantes y enviado a prisión.
Desde esas fechas hasta 1996, un distinguido militar el General Jesús Gutiérrez Rebollo, el “mal llamado” zar de las drogas, en el sexenio de Ernesto Zedillo, es detenido por nexos con el narcotráfico y condenado a 40 años de prisión por varios delitos relacionados con las drogas, acopio de armas, protección a operaciones de tráfico de sustancias tóxicas y algunas otras acusaciones en contra de su actuación como General, pero, fuera de la ley.
Con Fox y Calderón, el policía más importante de ese par de sexenios, fue detenido en Dallas, acusado de narcotráfico, falso testimonio y retenido a petición de la Corte Federal de Brooklyn. García Luna está acusado de aceptar millones de dólares en sobornos del Cártel de Sinaloa, cuando era el responsable de garantizar la seguridad pública en México; primero como director de la Agencia Federal de Investigación y posteriormente como secretario de Seguridad Pública.
La detención de García Luna y su proceso penal en los Estados Unidos, de alguna forma, se observan como una traición a la patria, un “engaño” a los presidentes en funciones y una traición a los mexicanos, un Policía que durante dos sexenios logró borrar los señalamientos criminales que cargó durante muchos años el General Rebollo y, los ciudadanos, aceptar que el Policía había fallado y ya, a punto de asimilar la verdad de la corrupción en los mandos policiales y de seguridad pública, golpe contra los militares.
La detención del General 4 estrellas, Salvador Cienfuegos Zepeda, quien fuera Secretario de la Defensa Nacional durante el periodo presidencial de Enrique Peña Nieto, pone en evidencia el poderío militar en la alternancia con el poder político del Presidente, capaz de hacer cómplice al Estado en actividades ilícitas.
Los Estados Unidos detiene, al general Cienfuegos, el en aeropuerto de Los Ángeles California, acusado básicamente de traficar drogas, de lavado de dinero y lo que aquí sería asociación delictuosa: nunca un ex Secretario de la Defensa Nacional había sido encarcelado y menos en el extranjero.
Los generales Mariles Cortez, Gutiérrez Rebollo, Cienfuegos Zepeda y el policía García Luna, exhiben los hilos conductores que debilitan al Estado mexicano en la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico, que son la ambición, la impunidad y la corrupción, capaces de traicionar al Presidente, la patria y a todos los ciudadanos que habitan este país.
Para la reflexión: el enemigo habita en casa ¡¡Es cuanto!!!