POR Francisco L. Carranco.- La política en este país se ha caracterizado por la imposición de las ideas, sean buenas o sean malas que, cuando emanan del gobernante en turno, no tienen contradicción y, obviamente, no cualquier gobernante, sino el que sea el representante del poder supremo.
Y, guardadas las proporciones, todos aquellos que tengan la potestad de mando y el poder de las decisiones son los que dictan como debe regirse el comportamiento de las acciones de Gobierno en cualquiera de sus niveles.
Acudimos, definitivamente, a un estilo muy diferente de gobernar, donde hay suspicacias y formas diferentes de ejercer el dominio y el uso del poder público; el nuevo estilo de gobernar que manda el ejecutivo federal desde sus Mañaneras todos los días para sus colaboradores, son un instructivo de acciones que supuestamente sus funcionarios deben seguir al pie de la letra.
El discurso que ofrece, el mandatario, a los representantes de los medios, amigos o enemigos, es una imposición para que los medios de comunicación sean los portavoces de cómo deben comunicar a la sociedad sobre los asuntos políticos y administrativos que el ejecutivo dicta de cómo debe ser la agenda mediática.
Sin embargo, los discursos sobre la temática de las políticas públicas cuando van bien los periodistas, analistas sociales y analistas económicos y otros actores públicos que no son empleados del gobierno, están de acuerdo, la concordia entre Presidente y Gobernados camina bien. Y no hay problema.
Pero. cuando las cosas son diferentes y el discurso no convence o deja dudas, o es incongruente, irreal o, finalmente, es una mentira o verdades a medias, como el caso Culiacán, el Presidente de la Republica es expuesto a la crítica mediática en primer término, luego a la crítica de la opinión pública que sigue sin estar satisfecha de todas la información que se ha vertido, por ejemplo, en el Caso Ovidio Guzmán, que a más de 15 días sigue siendo un tema importante de primera plana y de agenda a nivel nacional e internacional en donde está en juego la credibilidad de este Gobierno.
¿Esto qué quiere decir? que el Presidente ya no puede lograr ni convencer que, lo que él dice en las “Mañaneras” tiene que ser la verdad absoluta de lo que pasa, pasó y pasará en México, también con sus colaboradores y en su gobierno; la imposición de su doctrina autoritaria por un evento como el que, recientemente, se ha visto involucrado el Gabinete de Seguridad, es insuficiente para aparentar que no pasó y que la actuación de los miembros de su gabinete fue la mejor.
Negar los hechos e imponer la versión, echa bolas, del Gabinete de Seguridad y, principalmente, del Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, responsable de la desinformación, para defender lo indefendible, le ha salido más caro al Gobierno de México, ahora, cuestionado a nivel mundial de la decisión que avaló, que pedir la renuncia del titular de la secretaria de Seguridad Publica por los efectos negativos que permanecen en ambiente porque nadie de los ciudadanos comunes y corrientes están satisfechos con el fin de los sucesos.
Por supuesto que en el caso Culiacán hay un responsable y ese responsable se llama Alfonso Durazo que en un ejercicio de congruencia con su investidura como Secretario de Seguridad y Jefe del Gabinete de Seguridad de este país y ante la ineficiencia del operativo donde ya no supo que hacer y las consecuencias que todos conocemos, debió haber presentado a México su renuncia y el Presidente de la República aceptado, en nombre de los mexicanos, por la ineficiencia total en ese caso que sigue, insisto, siendo un tema nacional e internacional, el escándalo donde hay mentiras, imprecisiones, verdades a medias y un largo etcétera que ya conocemos y que dejaron muy mal parado al titular del ejecutivo federal.
Por si fuera poco, en la competencia en el congreso la minoría de diputados opositores lo cuestionaron tanto y el Secretario de Seguridad, sin más argumento se puso a echar culpas y evadir su responsabilidad como funcionario.
El Presidente ha hecho todo lo posible por salvar a su secretario que en un acto de patriotismo debería entregar el puesto porque haga lo que haga no podrá quitarse el estigma que en el primer operativo no pudo cumplir con la responsabilidad conferida.
Obviamente, a estas alturas de la presión social y de la opinión pública la renuncia de Durazo, quizás, ya no sea suficiente ni para quitar el tema de los medios ni para salvar la credibilidad de las instituciones militares ni la imagen del propio ejecutivo federal, punto.
Y no salimos de una para entrar a otra con las ingenuidades, como ella mismo dijo, de la Secretaria de Gobernación Olga Cordero, donde manifestó, en conferencia de prensa, la posición del Presidente de la Republica respecto a la toma de posesión del Gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, ya que a título del Presidente llevaba la representación de AMLO.
Y luego, en la algarabía de la unción como Gobernador de Bonilla, la Secretaria de Gobernación rinde el parte de lo que dijo, entre risas y una esgrima jurídica, dijo, su verdadera posición sobre la norma que hace que el gobierno de Bonilla dure 5 años, y asegura a viva voce, hay grabaciones, que la norma va a pasar y será gobernador por 5 años.
Comprometió a la corte, al presidente, al propio partido, violentó la constitución y quedó muy mal parada ante un país, que esperó el cambio con este régimen, pero, que cada vez más desde sus puestos, actuaciones y declaraciones como funcionarios, creen que los mexicanos somos tontos.
El espaldarazo de la Cordero al Gobernador de BC y su indiscreción sobre el tema, bien amerita otra renuncia que, obviamente, nunca llegará, a que feo caso.
Suburbio 1
Ups, qué quiso decir AMLO con eso de que el pueblo no permitiría un golpe de estado…