POR Francisco L. Carranco.- Pensé, primero, como casi toda la población del país, en el fatídico “2 de octubre” y en la reivindicación de aquel evento que marcó a toda una generación de jóvenes idealistas, creyentes en su libertad de expresión y en su propio derecho de cambiar las cosas, sí lo lograron o no, ya pasaron 51 años y, quizás las cosas siguen igual o peor…

Cada año los herederos de ese Movimiento Estudiantil de 1968, salen a las calles y gritan el “2 de Octubre no se olvida” arengan y marchan mostrando su repudio al gobierno sea priista cuando existió, o panista durante doce años o Morenista en la actualidad.

Que, a diferencia del año de la masacre, cuando juntos, con los estudiantes marcharon padres de familia, obreros, empleados, profesores e intelectuales, las marchas han perdido la esencia del origen de la protesta, pocos de los que asisten, solidariamente, a mantener la llama del fuego encendido en el 68 van sin saber exactamente a lo que van.

Sin embargo, la memoria del fatal día queda en el ambiente, los viejos integrantes del comité de huelga nacional, ahora acompañados con los padres de los 43 de Ayotzinapa, algunos colectivos que mantienen su protesta contra el gobierno y miles de estudiantes identificados con los jóvenes que lucharon por derechos que creyeron justos y quedaron en las calles muertos, desaparecidos, encarcelados, vejados, torturados, humillados en el peor crimen de estado que se recuerde en este país.

Miles de mexicanos regresaron a los libros, los jóvenes modernos de esta época se ilustraron, por el Internet,  sobre los actos y asuntos que se vivieron el 2 de octubre, los profesores en las universidades dedicaron horas para explicar sus experiencia y el compromiso de la juventud actual con aquellos jóvenes que murieron el funesto día a manos del Escuadrón Olimpia y otros grupos paramilitares.

El espíritu de solidaridad revivió y el afán e interés por participar en la histórica marcha quedó de manifiesto y la gente, principalmente, jóvenes aceptaron la convocatoria y desde la mañana se prepararon para participar, la convicción universitaria y la voluntad de la nueva generación estaba manifiesta los universitarios participarían en ese luctuoso evento de reivindicación de los caídos.

Pero, siempre hay un pero, paralelamente a esa planeación del itinerario de la marcha conmemorativa, la ciudad de México y sus autoridades , así como el aparato gubernamental del Estado Mexicano y la industria mediática, iniciaron la campaña de sensibilización de la importancia del evento.

Claudia Sheinbaum, con la obligación de rendir excelentes cuentas al preciso, porque pudiera estar en riesgo su permanencia en caso de una masacre similar al 68, instrumentó un operativo llamado el “Cinturón de Paz” que incluyó la participación de 12 mil empleados de su gobierno, además, de las policías y autoridades que cuidan los espacios públicos de la ciudad de México y lanzaron su campaña mediática que incluía, en esta decisión, el principio de convocatoria a todos los empleados que asistirían “por su gusto” a enfrentar pacíficamente a los marchistas y todo tipo de grupos que se sumarán a la multicitada Marcha por el 68.

Obviamente, se utilizó las referencias vandálicas de las protestas a través de las la agresión de los anarquistas en la UNAM, marchas de las mujeres contra la violencia y los estragos causados en la marcha de los 43 de Ayotzinapa, cuyos resultados dieron la pauta para dar paso a la estrategia “cívica” contra los manifestantes mandar carne de cañón civil y no granaderos ni antimotines.

De inmediato las televisoras y todo el aparato mediático, incluidas las redes sociales, tomaron el tema y avasallaron a la ciudadanía nacional con los “pros y contras” de usar cadenas de humanas apostadas a los lados de las calles, para salvaguardar a los edificios públicos y comercios con civiles, en realidad eran empleados del gobierno obligados en participar.

Desde tres días antes de la marcha los noticieros tomaron el “Tema de la marcha” como producción propia y se dedicaron a las consecuencias, si los empelados iban a fuerza, que si participarían policías, si los granaderos están en las bocacalles alrededor de las calles aledañas, que si la opinión internacional sancionaría las muertes y heridos, si derechos humanos andaría al pendiente de las agresiones y muchísimos enfoques que empezaron a diluir el verdadero tema de conmemoración, pero dejaron fuera de los comentarios que estaban encapsulando la marcha para cualquier eventualidad, si se salía de control.

Más cercano el día, por la Memoria de la Masacre de 1968, las calles de Flores Magón, Paseo de la Reforma, eje Central Lázaro Cárdenas, 5 de Mayo hasta la Plaza de la Constitución del Zócalo, como si fuera “Pamplonada” quedaron tapiadas con bardas de madera, cortinas cerradas vidrieras protegidas y el sacrificio de 12 mil trabajadores de la Ciudad de México que por preservar el trabajo y obligados por una decisión unilateral sin pronóstico de cómo sería el balance final de los hechos, tomados de la mano estaban cerraban y dirigían el rumbo de la marcha.

Y mientras los medios y redes sociales analizaban la pertinencia de los trabajadores del “Cinturón de la Paz” los líderes y organizadores de la marcha empezaron a ser invisibles, nadie supo más allá de los preparativos para el gran día, la agenda se circunscribió a la marcha y su resultados, los temas de protesta y verdad, justicia y reivindicación pasaron a segundo plano.

El encierro del 2 de octubre estaba listo, las vayas humanas y la tapiada de comercios, las boca calles con destacamentos policiales y la tensión de usar o no la fuerza pública estaba latente, el contingente marchó hacía el zócalo capitalino encapsulado por las vayas humanas y policías, como en el camino a la plaza de las Tres Culturas en 1968, donde los estudiantes quedaron encerrados y sitiados a merced de los militares y paramilitares con el saldo ya conocido.

Obviamente, los anarquistas a sueldo, aparecieron vestidos de negro, con aerosoles, palos, piedras, encapuchados, provocando con su actuación a los policías y a los trabajadores que con miedo en sus ojos y alma, soportaron las agresiones se esa agrupación que alguien patrocina para desestabilizar la tranquilidad de los mexicanos.

Golpes, el mínimo de destrozos, sólo 14 policías heridos, situaciones aisladas de pánico, firmeza de los jóvenes que marcharon y que llegaron con bien, al último punto de la marcha, donde concluyó con un mitin, pero que nadie supo que se dijo, porque la nota era la marcha y sus consecuencias, los anarquistas y la deseada represión que nunca llegó, no hubo detenidos ni hospitalizados, para la autoridad la cobertura de los Cinturones de la Paz” fue un éxito. Para los medios frustrante, porque no hubo trifulca ni represión, el balance nacional fue de saldo blanco.

En la memoria del 51 aniversario de la Masacre de 1968 quedan a deber, nuevamente, la Verdad, la Justicia y el Castigo a los Responsables, nadie, nadie, habló de ello sólo el interés público era la represión que nunca llegó.

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