POR: Francisco L. Carranco.- El problema de la seguridad pública en México, que lleva más de dos décadas como tal, se ha mantenido como tema central porque cada vez se vuelve más violento, lo que provoca que haya una percepción de que es muy difícil de detener, combatir y, por supuesto, controlar
Y en el afán de combatir y disminuir la delincuencia el estado ha tratado, infructuosamente de acabar con el problema, ha buscado enfrentar esta situación con estrategias y planes diversos, con inversiones millonarias, pero, sin resultados positivos.
Cada día que pasa los índices de violencia son superiores, las víctimas son más, el deterioro en el tejido social es más frágil y la actuación de los gobiernos más criticada, por ser inferiores a lo esperado por la población que enfrenta una perturbación sobre el discurso político y las acciones reales que más que dar certidumbre, provocan preocupación y desencanto.
¿Qué pasa? es la pregunta de la sociedad y no hay respuestas. Las estadísticas sobre la violencia, específicamente, sobre los homicidios dolosos, reportan que en los últimos años tres años, incluido lo que va de 2019, han sido los que mayor número de crímenes se han realizado, el 85% de la población percibe que la inseguridad es el tema central de la agenda nacional y no hay estadísticas que demuestren lo contrario.
Estrategias y acciones sobran al estado, los recursos económicos que se han destinado a tratar de enfrentar a la delincuencia es mucho, las fuerzas militares (Ejercito y Marina) también han realizado esfuerzos en un intento de imponer la seguridad para pueblo. Sin embargo, no ha sido suficiente.
Hace 20 años, cuando la guerra malentendida empezó, se trató como un fenómeno social subestimado que, al reconocerse que las policías en los estados y municipios estaban tocados por el dinero del crimen, se pretendió acabar con él con presencia de las fuerzas militares.
El Ejército y la Marina en tareas de persecución de delincuentes del fuero federal, se supuso, eran necesarios, ya que las fortaleza del crimen muchas veces habían demostrado superioridad sobre las fuerzas de seguridad pública estatal y municipal, la tarea se presumió fácil para el poder castrense.
La estrategia fue bien pensada, el Presidente Calderón, que creyó e hizo creer al país que la guerra contra el crimen se ganaría en el corto plazo, era muy factible, pero, la realidad es que se envió a las fuerzas militares contra el crimen, sin validar el poderío de la organización criminal como tal.
El Crimen Organizado es una organización, también llamado delincuencia organizada, con toda aquella estructura compuesta por un grupo de personas con determinadas jerarquías, roles y funciones, cuyo principal objetivo es la obtención de beneficios materiales o económicos mediante la comisión de delitos.
La permisibilidad del dejar hacer de las autoridades, pronto ha sido rebasada por el poderío del crimen organizado, nunca conforme, que extiende sus ambiciones y adicción al dinero y que, como corporación delictiva, se obstina en conseguir su objetivo cueste lo que cuesta y sobres quienes sea corrompiendo a todos los niveles de autoridad que se interpongan.
En el aquí y ahora, el crimen organizado, suele estar constituido por individuos vinculados o cercanos a grupos de poder, razón por la cual sus líderes logran evitar caer en manos de la justicia.
El estado sólo consideró a los traficantes en la guerra que inició hace 20 años, pero, la pirámide del crimen era muy grande y fortificada por la corrupción e impunidad consolidada por el gran capital de los giros negros.
Los delitos más comunes perpetrados por estas bandas criminales están la trata de personas, el tráfico de armas y de drogas, la falsificación, el blanqueo de capitales, los secuestros, los asesinatos y las extorsiones, el huachicol, la pesca furtiva, entre otros de bajo impacto pero que se están dando.
Los mexicanos en cualquier lugar del país padecen los actos criminales continuos que conforman el paisaje social; también observan como las autoridades ni idea tienen de cómo resolver los asuntos delincuenciales más apremiantes, siempre van tarde atrás de los delincuentes.
No hay estrategia, ni planeación y quizás conocimiento para tratar de equilibrar la balanza y dar con el equilibrio de fuerzas una seguridad a los ciudadanos que ya perciben los delitos como parte cotidiana de la vida, pero sin armas para auto defenderse, opacidad en la procuración de la justicia, cero seguridad pública y sólo queda una encomienda al supremos para llegar viso y sano a casa después de la jornada laboral.
La última oportunidad que tiene el estado para devolvernos la tranquilidad y el mandato constitucional para devolvernos la tranquilidad y Seguridad Pública es la Guardia Nacional, la misma que se está cocinando.
Aunque pareciera un concepto nuevo, la Guardia Nacional, como tal, existió alguna vez como una alternativa de seguridad, en el hipotético caso que el ejército mexicano tuviera alguna confrontación bélica fuera del país, esto obligaría que la protección dentro del país recaería en las reservas militares que cuidarían la integridad nacional y a la ciudadanos, algunos consideran a la Guardia Nacional a los prestadores del Servicio Militar Nacional, que a partir de los 45 años pasan a formar la Guardia Nacional.
Pero no es así, la Guardia Nacional debe estar entrenada para enfrentar situaciones de guerra; como estructura militar de reserva debe contar, aparte del entrenamiento militar, con armas, tanques, aviones, vehículos artillados, inteligencia y capacitación para cuidar a los ciudadanos.
Está nueva fuerza de seguridad será integrada por elementos de la policía militar y la naval, además de la federal. Otros de sus integrantes serán civiles, quienes serán entrenados en los planteles militares, donde se forman a los soldados del Ejército.
Esta guardia, que servirá también como auxiliar del Ministerio Público, será evaluada por el Poder Ejecutivo y el Legislativo para revisar si es que está funcionando, mientras la paciencia de los mexicanos es capaz de aguantar otros seis años de miedo, terror e ineficiencias.
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