FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO.- Ahora resulta que nuestra soberanía nacional se encuentra en peligro porque las otras dos naciones norteamericanas tienen inconformidades respecto al cumplimiento por parte de México de un tratado comercial firmado con ellas.

Y no solo eso, ya que el presidente se ha constituido en defensor de la soberanía nacional y ha denunciado a todos los mexicanos que apoyan el cumplimiento del referido tratado como conspiradores y traidores a la patria e incluso los ha comparado aquellos que en el siglo XIX eran monárquicos e impulsaron el que gobernara en México un príncipe europeo, culminando sus gestiones con la malhadada aventura de Maximiliano.

Y ese discurso soberanista no es exclusivo del habitante principal del otrora Palacio Real, ya que generaciones enteras de mexicanos fueron formadas por el PRI en la creencia de que la soberanía nacional es lo más importante que tiene el país y que ella reside principalmente en que los hidrocarburos son de todos los mexicanos y el Estado es el único que puede administrarlos, bueno, en aquellos tiempos también decían que las tierras eran parte de esa soberanía y surgieron despropósitos agrarios como lo fueron los ejidos.

Mas antes de decidir si compramos esa nueva cruzada salida del palacio, vale la pena saber qué es exactamente la soberanía y ver si realmente se encuentra vulnerada o no.

Los clásicos de la teoría del Estado coinciden en definir a la soberanía como la calidad que tiene un ente para ser la autoridad suprema en un determinado territorio y sobre una determinada población y esa autoridad suprema consiste en crear y hacer cumplir leyes sobre las de cualquier otro ente que se encuentre bajo su esfera o jurisdicción.

Esa soberanía a lo largo del tiempo se ha depositado en sacerdotes, cuerpos de ancianos, monarcas, parlamentos y modernamente de una manera muy abstracta en los pueblos, aunque más concretamente en el ente que los gobierna, es decir, el Estado en su conjunto.

Siendo ese precisamente el modelo que tenemos en México, ya que la constitución es muy precisa en señalar que la soberanía reside esencial y originariamente en el pueblo, pero que éste la ejercerá por medio de los poderes de la Unión dentro de sus competencias y por los locales en relación a su régimen interno, es decir, la soberanía efectiva es ejercida por el Estado mexicano en su conjunto.

Y aunque los presidentes mexicanos, salvo algunas honrosas excepciones destacando el caso de Madero, se han sentido y han actuado como soberanos, lo cierto es que no lo son por ello mismos, sino que solo lo son cuando ejercen las atribuciones que la constitución les confiere, cosa que definitivamente no ocurre en el caso las leyes energéticas que López Obrador pretende imponer sobre el tratado comercial mencionado al principio del texto.

Y ¿Por qué eso no ocurre? Por dos razones, una el presidente carece de facultades para aplicar una ley impugnada por ser contraria a un tratado internacional, el cual es de mayor jerarquía y dos, porque la suscripción de tratados para los Estados es como la de los contratos para los particulares, ya que en ambos casos se limita el autogobierno con la finalidad de asociarse con otros entes similares para obtener beneficios recíprocos.

Es decir, yo Estado A voy a limitar mi soberanía en cuanto a tal cosa a cambio de que tú Estado B lo hagas en otra que a mí me interesa, siendo esos acuerdos entre partes con la misma calidad, en este caso Estados Soberanos, uno de los pilares de todo orden jurídico; por eso los romanos decían que “los pactos son para servirlos” y que “yo te doy algo para que tú me des otra cosa”.

En ambos casos, claramente se instituye una obligación y a su vez la facultad del otro para exigir su cumplimiento; lo cual jurídicamente limita el autogobierno de cada Estado y esto último es precisamente lo que los Estados norteamericano y canadiense están haciendo con el mexicano al decirle que tú México te comprometiste a liberar a particulares tu producción de energías y a que éstas se produzcan de manera más limpia y ahora resulta que no estás cumpliendo con ese par de compromisos, pero antes de que te exijamos formalmente el cumplimiento de lo pactado, te vamos a pedir que nos expliques tu postura.

Como vemos, desde luego que en este caso no existe un ataque a la soberanía nacional, ya que la exigencia externa deriva de una limitación jurídica a la soberanía, la cual consiste en la suscripción de un acuerdo comercial con otras soberanías.

Ahora bien, López Obrador no está tan errado en cuanto a que la soberanía nacional se encuentra vulnerada, solo que las causas de ese ataque a la misma provienen de fuentes y casos muy distintos al señalado por él.

La soberanía mexicana no existe cuando enormes porciones del territorio nacional se encuentran sujetas a otros poderes diferentes a los del Estado, como lo es el crimen organizado; la soberanía nacional tampoco existe cuando las propias autoridades actúan fuera de sus facultades y desobedecen las órdenes dictadas por jueces de amparo en uso de sus atribuciones legales  o cuando se desobedece sistemáticamente a las autoridades electorales e incluso se amenaza con desaparecerlas o así mismo cuando se inutilizan a órganos autónomos especializados que al ser parte del Estado, también ejercen soberanía en el campo de sus atribuciones.

Así que no nos confundamos, la soberanía nacional sí se encuentra vulnerada más no por las razones que, quien más la ha vulnerado, ahora dice en su sermón matutino.

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