POR Francisco L. Carranco.- El primer informe trimestral del año fue presentado por el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, donde presentó el estado que guarda el país con relación al Coronavirus, principalmente y, luego con la afectación a los demás temas torales en lo social, lo político y lo económico.
El presidente López Obrador, asistió al patio de Palacio Nacional, donde tradicionalmente se ha utilizado como foro y escenario para los informes presidenciales, recibió los honores como estadista por ser un acto oficial y, con paso muy lento, cabizbajo y acompañado solamente por un ordenanza saludó al lábaro patrio; tomo su lugar en el pódium desde donde dirigió el mensaje a los mexicanos.
Obviamente se destaca el tema económico, un asunto del tamaño de la crisis sanitaria que vive el país y el mundo, porque las consecuencias y estragos que dejará la pandemia en el aspecto económico es preocupante, porque cualquier estimación, de daños colaterales, al respecto sería muy aventurado pronosticarlo ya que estamos en los albores de que la enfermedad se incube y florezca, muy lejano de cualquier mejoría.
Sin embargo AMLO anunció varias medidas económicas, dentro de la austeridad republicana, donde dijo que los funcionarios públicos que, ostentan el poder político, desde subdirectores para arriba se someterían a un recorte salarial, obviamente segundo intento, y una reducción importante en los aguinaldos y otras prestaciones que en los 18 meses que van de gobierno todavía no se aplican en su totalidad, a los funcionarios del gobierno de México, por sendos amparos contra la medida.
Pero, claramente pues “ no quedó nada claro” valga la redundancia, el Presidente López Obrador, recurrió a los discursos de siempre donde, en un acto autoritario que no de autoridad arremetió, suponemos, contra sus seguidores y amigos que ocupan los cargos más importantes en la cúpula del gobierno federal y a los que decidió pasar a la báscula reduciendo sus salarios y aguinaldos y otras prestaciones que por Ley deberán pagarse en tiempo y forma, de lo contrario sería un encontronazo con la ley, la Ley Federal de los trabajadores al Servicio del Estado.
AMLO, con su acostumbrado estilo y parsimonia para emitir su mensaje, aventó otro tema sobre la erradicación de gastos de publicidad, viáticos en general y gasto de operación en obra pública, tópicos ya bastante reutilizados que en los momentos de crisis como los de ahora, no llaman la atención para recibirlos como una estrategia para resolver la emergencia que requiere el país.
En el plan de emergencia no se reflejaron las expectativas de los empresarios, industriales y de Comercio, por el contrario AMLO les solicita que no cierren las empresas y que si las cierran, no dejen de pagarles a los empleados y, por supuesto, las obligaciones tributarias, tampoco.
Quizás, uno de los asuntos más graves, fue la desaparición de los fideicomisos que, como se llevó a cabo, no se evidenciaron a los sectores que estarían afectado con la supresión de recursos hacia esas entidades públicas y que tienen que ver con Fondos para Desastres Naturales, para Reconstrucción de Entidades Federativas, Fondo de apoyo a la infraestructura y seguridad, Fideicomiso de Apoyo a la Construcción del Aeropuerto Internacional de la ciudad de México, Fideicomiso para la infraestructura de los Estados, Pensiones y otros tantos fideicomisos de equilibrio, que de alguna u otra manera afectarán la relación gobierno-trabajadores y estados de la república que se verán en serios aprietos para solventar asuntos, por ejemplo, de contingencias climáticas o construcción de obras públicas
Por otro lado, destacó, en el discurso del informe trimestral, que habrá inversión pública para el desarrollo y el bienestar del pueblo, la crisis transitoria, como la llamó, tiene temporalidad y por ello México va salir adelante, como lo ha hecho en otras ocasiones con las contingencias naturales: huracanes y sismos.
Anuncia una inversión pública que, a partir de que toma posesión como presidente fue lo primero que detuvo, el gasto público no se aplicó bajo la tesis de que todo el sistema antecesor era corrupto y que toda la inversión en infraestructura estaba afectado por prácticas comerciales insanas para el gobierno y pueblo mexicanos.
Esto incluyó el desmantelamiento de la infraestructura médica, la desaparición del Seguro Popular porque había corrupción, se dejaron de comprar medicamentos y equipamiento para los doctores, además de despidos y contracción del gasto para el sector salud. Esto ahora es prioridad ante la pandemia del COVID-19, porque no hay infraestructura médica ni de salud pública
Las medidas anunciadas por AMLO contra la pobreza es la generación de empleos, gasto público y austeridad, pero no dijo cuál es el plan; para las micro y pequeñas empresas no está claro si recibirán apoyos y créditos para solventar la crisis que se avecina, porque no habrá excepciones tributarias.
La política para enfrentar el Coronavirus como epidemia en el país, la está soportando en el ejército y Marina que, como entes de reacción inmediata, ya están previendo la instalación de hospitales móviles equipados con ventiladores, personal médico y especialistas para atender, OJO, los casos graves de infección, esto porque no hay suficiencia de camas, ni ventiladores, ni médicos, por eso la importancia de que la población se mantenga lejos de los focos de infección porque, ínsito, si la enfermedad se agrava en la población no habrá hospital que pueda contener y atender oleadas de población gravemente enferma.
El Plan emergente pudiera haber sido un gran discurso de campaña, pero, fue un informe a la sociedad mexicana en su conjunto que percibió lo mismo que los empresarios, industriales, comerciantes, agricultores, iniciativa privada, clase media y todos los que se dedican a la cadena productiva y suministros para la elaboración de alimentos, quiénes se preguntaron y ¿cuál es el Plan?
Las políticas ahí están, la incertidumbre también, sólo falta la operación e instrumentación de las acciones para que el gasto y la inversión pública se inyecten en el país y evitar una crisis económica y social de proporciones inimaginables donde cualquier esperanza y optimismo quedará sepultada por duras y penosas realidades.