Cortesia

Por David Martín del Campo.- Había que pensarlo bien… ¿una corbata, una caja de pañuelos, un libro?, ”pero cuál”. Y en el caso de las profesoras, lo mismo, ¿un perfume, un collarcito?  

La imagen distintiva de la efeméride es una manzana esperando sobre el escritorio junto al gis y el borrador. La sonrisa de los educandos perfectamente peinaditos, los anteojos bien puestos, el pupitre con el cuaderno abierto. El profesor que lo sabe todo, casi todo, los educandos que lo ignoran todo y tiene aquélla que llamaban “hambre de saber”. Así que, venga el homenaje…  

La miss Pachita (supongo que se llamaba Francisca) era nuestra profesora de canto. Regordeta, el pelo crespo y más bien morena, se sentaba en el banquito del piano y cantaba inspiradísima, contoneándose e invitando a que la acompañásemos a todo pulmón… “cuatro milpas, tan sólo han quedado, del ranchito que era mío, ¡ay, ay ay ay…!”  

Miguel Barbachano Ponce nos daba Cinematografía Contemporánea. Materia optativa, a las 7 pm, invitándonos cada semana al auditorio de los estudios Clasa Films, donde miramos y nos admiramos con producciones como El acorazado Potempkin, de Sergei Eisenstein; Casablanca, con la hermosísima Ingrid Bergman; Sin Aliento, de Jean-Luc Godard; Cantando bajo la lluvia, de Gene Kelly. “¡Imaginación, imaginación!, el cine es imaginación”, nos machacaba.  

Froylán M. Narváez impartía Teoría de los Medios, y luego Sicología y Sociología de los Medios. Cuatro semestres en los que no nos abandonó, imbuyéndonos con las teorías de Marshall McLuhan y Wilbur Schramm… aunque también convidándonos su amistad con el obispo “rojo” de Cuernavaca, Sergio Méndez, y Pepe Arévalo (y sus mulatos) en El Gran León, recordando siempre que “la rumba también es cultura”.  

Benjamín Curiel, profesor de sexto año de primaria, era natural de Morelia. Estricto y afable, correcto de corbata diaria y pizarrón limpiado con trapo húmedo. Con él aprendimos las bases del álgebra (X cuadrada menos Y), todos los países de África y sus capitales (Salisbury, de Rodesia), así como los rudimentos del arte de la joyería (hicimos un collar de plata para el 10 de Mayo). Además nos guiaba en divertidas excursiones por el Monte de las Cruces, “donde a Hidalgo lo tentó el diablo”.  

Jorge Calvimontes, el “Tigre de Cochabamba”,  nos impartió Análisis de Contenido en la facultad. Aymará al cien por ciento y dueño de una asombrosa facundia, lo suyo era la política popular. Había participado en el gobierno del general Juan José Torres (“J J”) y en el golpe de estado de Hugo Bánzer le dieron 24 horas para recoger sus cosas y subirse al avión que lo trajo a México. Vivía en la Unidad Tlatelolco, tenía un ranchito en San Miguel de la Victoria donde jugaba al “sapo”, lanzando pesados tejos de bronce. “La política es como la mierda, que debes modelar para hacer obras perdurables”.  

Gustavo Sáinz nos acompañó tres semestres… y nos hizo escritores. Impartía materias de Redacción Periodística, pero nos obligó a leer a Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo. Sus seguidores abandonaron la prensa para abocarse a la novela y la poesía… Ángeles Mastretta, Rafael Vargas, José Buil, Arturo e Ignacio Trejo. Después de él, los teclados fueron otra cosa. A mis 22 años le entregué una novelita que acababa de pergeñar. Le gustó, me encaminó con don Joaquín Díez Canedo, y se publicó en la editorial Mortiz dos años después. Gracias a él.  

Mme. Picard impartía el idioma francés en la Alianza. “Articuler avec facilité”, nos rogaba una y otra vez, acicalándose la cabellera mientras seguíamos en el libro los pormenores de la familia Thibaut. Martes y jueves de cinco a siete en el segundo piso de Liverpool 162. “Monsieur Thibaut habite près de la place d’Italie”. Había sido profesora en Brasil cuatro años, pero el marido la convenció de mudarse a México. Se le salían las lágrimas al mirar cualquier mandarina. “En la Navidad los alemanes permitían el comercio sin restricción. Era la única época en que podías tenerlas”. Ah, cómo no ser el primero en el pupitre ante su dulce sonrisa…  

Y para todos en su día, obvio, la manzanita de rigor.