Por: Roberto Valerde García.- Consciente de que “alabanza en boca propia es vituperio”, las circunstancias que ocurren en torno al caso del ex gobernador del estado de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, me obligan a mencionar: ¡se los dije!

El 28 de marzo de 2017 escribí con los pelos de la burra en la mano que el entonces gobernador con licencia “prófugo” se paseaba por el municipio de Suchiate, Chiapas, a bordo de una camioneta Toyota Land Cruiser de color gris, con placas chiapanecas.

Días después Duarte fue capturado en un hotel de Guatemala y algunos de mis colegas como Arturo Reyes Isidoro, Raymundo Jiménez García y Luis Ramírez Baqueiro, entre otros, me dieron el crédito por la veracidad y asertividad de la información que publiqué.

En esa misma entrega cuestioné el hecho de que apenas unos días después del avistamiento del ex gobernador nativo de Córdoba, se reunieron en el mismo municipio de Suchiate, Chiapas (limítrofe con Guatemala) el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, altos mandos del Ejército, de la Policía Federal, así como el ex gobernador Manuel Velasco Coello, pero con todo y sus sofisticados equipos de inteligencia –por increíble que resulte— en aquella región nadie tuvo indicios de la presencia del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa, por quien la fiscalía del Estado de Veracruz ofrecía 15 millones de pesos a quien aportara información que permitiera su localización y captura.

No, no soy pitoniso, era simple, elemental,  evidente, inequívoco, palpable, indudable, todo apuntaba a que Duarte estaba en el sur del país. Primero lo aseguró el padre Alejandro Solalinde, quien incluso acusó que el ex mandatario veracruzano “tenía protección gubernamental”.

Después el suegro de Duarte, Antonio “Tony” Macías Yazegey y toda la familia, incluida su hija Karime y sus nietos, se mudaron a Chiapas, “para estar más tranquilos”, según declaró a los medios el propio anciano.

Así también, fue señal de alerta que el 19 de noviembre de 2016, en el aeropuerto de Tapachula, Mario Medina, supuesto primo de Karime Macías Tubilla, fuera detenido con pasaportes falsos, uno de ellos con la fotografía de Javier Duarte de Ochoa, con bigote, pero con el nombre inscrito de “Alex Huerta del Valle”. Así sucedieron los hechos.

En semanas recientes el periodista Ciro Gómez Leyva dio a conocer un video que se hizo viral en las redes, presuntamente grabado el 15 de abril de 2017 por el propio Javier Duarte de Ochoa a través del cual (previo a su “captura”) él mismo revela que estaba en Atitlán, Guatemala, a punto de entregarse, aunque “se iba a simular su detención”, tal como lo habría pactado con el gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto y con funcionarios de la Secretaría de Gobernación y de la Procuraduría General de la República.

Hay que decirlo, ahora que a alguien le interesa filtrar esa información a los medios y que esos pactos inconfesables trasciendan, se explica por qué toda la plana mayor de Gobernación y de las fuerzas federales de seguridad estuvieron en Chiapas, pero jugaron a hacerse ciegos, sordos y locos.

Al más puro estilo de la película “La Dictadura Perfecta”, una sátira del amasiato y las complicidades entre Televisa y el Gobierno de la República, nos queda claro que todo fue un montaje, un show televisivo.

Odio tener que repetirlo, pero yo se los dije, era ingenuo pensarlo de otra forma. En una columna posterior, titulada “Pactos Inconfesables” escribí literal: “La forma tan <<fácil>> en la que fue capturado en Guatemala el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa y la complicada película de espionaje, inteligencia, rastreos y demás que nos vienen a contar altos funcionarios de la Procuraduría General de la República, nos hacen sospechar de una captura convenida, pactada, negociada y por qué no, hasta condicionada por parte del hoy detenido”.

También puntialicé: “Javier Duarte de Ochoa puede ser todo, menos tonto, es un hombre listo, pero sería un estúpido si acaso no hubiera negociado indulto para su esposa, hermanos, cuñados, suegros y demás implicados en el saqueo a Veracruz a través de empresas fantasma. No hay que perder de vista que un gobernador posee información privilegiada, reservada, comprometedora, que de ser revelada puede cimbrar a México, pero que en sus circunstancias es oro molido capaz de comprar conciencias y si a eso le agregamos que el ex gobernador postulado por el PRI pudiera tener en algún lugar muchos millones guardados, en un país podrido por la corrupción, entonces puede comprar cualquier cosa, hasta su propia libertad. Esos son precisamente los pactos subrepticios e inconfesables que se pueden, insisto, se pueden, cocinar al amparo del pinche poder”.

Tengo por costumbre rematar muchas de mis colaboraciones con la frase “Al tiempo” y hoy, no sólo el tiempo, sino el propio Javier Duarte de Ochoa y sus confesiones, me conceden la absoluta razón y lo seguirán haciendo, porque también he señalado que pronto saldrá de prisión, se irá de México y vivirá tranquilo gozando de sus bienes y de los miles de millones de pesos que seguramente tiene en bancos extranjeros y a nombre de otras personas. Conste. Comentarios y sugerencias a:  [email protected]