“El mundo de la expresión artística es el mundo de la belleza, pero también el mundo de la reflexión, la experimentación, la denuncia, la provocación, la innovación “
Varela, J. y Álvarez Uría

Por Josué Corona Jiménez* P.- Las acciones del arte y la política han estado presentes en América Latina desde hace varios años; el arte se ha convertido en una herramienta de lucha social y política en diferentes puntos del planeta donde se han dado situaciones de injusticia y opresión.

En distintos países hay artistas conscientes de ser parte más de la sociedad que actúan frente a las problemáticas que se presentan; los artistas también han tenido el valor para realizar acciones de lucha y crear una forma de protesta mediante el arte.

Para hablar del arte como protesta debemos remontarnos a varios momentos históricos. Tanto en México como América Latina el arte ha servido como medio para el cambio social/político de la sociedad, así como del pensamiento colectivo que se tenía en los períodos dictatoriales; asimismo, ha servido como forma de manifestación en contra, principalmente, de las dictaduras que se presentaron en distintos países y la gran censura que se vivía por parte de los gobiernos en turno. El arte pudo canalizar los esfuerzos para hacer visible las injusticias que se manifestaban y que no se podían denunciar; de alguna manera, el arte fue el canal por el cual se pudo hacer visible lo que acontecía en ese momento.

En México, en los años 20 de la revolución, el trabajo gráfico de Guadalupe Posadas logró comunicar ideas acerca de los abusos por parte del gobierno, a una sociedad que en su tiempo era analfabeta y que tenía nula educación para poder entender lo que estaba aconteciendo en México, como la situación de opresión vivida por el régimen porfirista.

No podemos olvidar a los grandes muralistas de México, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, a quienes les costaría la libertad y que en varias ocasiones pasarían parte de su vida en la cárcel por ocupar el arte como medio de protesta en una época donde el autoritarismo no daba pauta para la expresión de las ideas.

Posteriormente, en los años 60, el movimiento del 68 fue otro momento cumbre del arte como medio de protesta, ya que por este medio se difundió lo que acontecía en la época; de esta manera, se encuentran carteles, volantes, mantas y diversas actividades artísticas que sirvieron para la visibilizar las problemáticas de violencia que se presentaban por parte del gobierno autoritario de Gustavo Díaz Ordaz.

En América Latina era necesario poner el arte y los artistas al servicio de la sociedad, por ello, en 1968 en Buenos Aires Argentina, surge el movimiento Tucumán Arde, el cual realizó una acción artística-política en contra de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía por la censura de todo “arte revolucionario”, arte y pensamiento que provocara la insurrección en la sociedad.

Una situación política parecida, en Chile de 1979, en plena dictadura de Pinochet, surge por iniciativa de algunos creadores la idea de tomar una postura frente al poder; fue así como surgió el Colectivo de Acciones de Arte (CADA) con el cual se hicieron una serie de manifestaciones y denuncias en contra del abuso de la dictadura, por parte de algunos artistas jugándose, los artistas, la libertad y su vida, al ser necesario evidenciar la situación tan represiva en la que se encontraba el país.

En algunos casos, los creadores se han agrupado en colectivos para generar acciones y vincular ciertas causas en común que en la práctica son igual de eficaces para poder intervenir en la vida social y en el pensamiento colectivo.

En la misma Argentina, pero ahora en 1983, se llevó acabo El Siluetazo, que fue una acción colectiva de protesta y reivindicación para luchar contra la dictadura militar, en demanda de las victimas de desaparición forzada (idea tomada de Jerzy Spaky, quien hacía referencia a los muertos de Auschwitz). La acción consistió en realizar una silueta (de ahí su nombre) por cada desaparecido. Miles de siluetas ocuparon calles y edificios de Argentina.

Con lo anterior entendemos que el arte debe de estar al servicio de la sociedad como un instrumento para el cambio de pensamiento y acción social/política.  El arte debe de ser un arma de combate, una herramienta social, pero también todos debemos comprometernos de hacer una sociedad más justa, cada uno de nosotros desde nuestra posición. El arte debe tener esa responsabilidad cuando las circunstancias así lo exigen, no se puede quedar encerrado; los artistas, por su parte, deben de interactuar con los ciudadanos y sacar el arte a las calles: tenemos que hacer del arte un verdadero constructo social.

En la actualidad, todas las artes (pintura, música, danza, teatro, escultura, literatura, cine) desde su trinchera nos enseñan que hay otras formas de entender y hacer frente a una realidad que nos aqueja en estos momentos, por ejemplo, en el caso de México, contra problemas como la violencia.

En la cuestión de la gráfica, en el contexto local, la ciudad de Xalapa, encontramos en algunas calles, y avenidas del centro de la ciudad, arte urbano como medio de protesta para hacer ver la situación de violencia e injusticias que estamos viviendo.

Arte callejero en la calle Ignacio Allende, Xalapa; Ver. 2019. Fotografía: Josué Corona.

Mirar este tipo de arte y tener contacto cercano con la obra, hace cuestionar al espectador, preguntándose: ¿Qué me quiere decir esta imagen? ¿Qué está pasando con los personajes presentados en esos carteles? ¿Cuál es la situación en la que nos encontramos? Si bien los carteles no tienen algún texto, la pura imagen habla de una situación peligrosa o alarmante; lo que el artista busca es dejar en la incertidumbre al espectador para que se cuestione de temas que a veces, en la cotidianeidad de la vida, no hace. Al menos frente a la obra empieza la duda y de alguna manera se empieza a involucrar en ciertos problemas sociales y políticos de los que todos somos parte de manera directa o indirecta.

Arte callejero en la calle Ignacio Allende, Xalapa; Ver. 2019. Fotografía: Josué Corona.

El arte es una fuente inagotable para la exigencia política y social de ciertos grupos sociales que interpretan, representan y exponen sus ideas frente a los ojos de un público que, quizás, estará frente a una obra efímera (refiriéndonos a que el arte como protesta de las calles, al no encontrase un espacio destinado para su cuidado y exposición del mismo, puede ser quitado o censurado en poco tiempo), pero con ello, en ese momento, el espectador puede entender de manera diferente la realidad y las problemáticas que se están suscitando actualmente.

Arte callejero en la calle Ignacio Allende, Xalapa; Ver. 2019. Fotografía: Josué Corona.

El arte como resistencia exige un cambio en el orden social y hace notar las injusticias desde la mirada del artista, así éste reafirma su compromiso social que tiene como creador; el artista debe hacer notar las imposiciones que se están realizando en su espacio y contexto donde se encuentra; con ello se exige un llamamiento al creador artístico como lo menciona el artista Adam Broomberg: “La responsabilidad de reinventar y transformar la realidad reside en el artista. En él recae el trabajo de provocar la reflexión en el público y el debate”, pues el arte es un puente con el cual el artista-obra-espectador puede percibir de otra manera la realidad en la que se encuentra y comprenderla.

Arte callejero en la calle Ignacio Allende, Xalapa; Ver. 2019. Fotografía: Josué Corona.

El artista tiene el deber de buscar información, documentarla y comunicarla, para hacer del arte una práctica ubicada en el intersticio de otros territorios y, de esta manera, accionar un activismo artístico que busque una transformación social-política.

Arte callejero en la calle Belisario Domínguez, Xalapa; Ver. 2019. Fotografía: Josué Corona.

El arte como resistencia se resiste a las imposiciones de un sistema y de una tradición de arte “decorativo”, mudo, atado, estático y sin movimiento. Si el arte es relegado a un aspecto ornamental se estaría minimizando su valor potencial creativo y social que tiene ante ciertos aspectos de la vida y del mundo; el arte como protesta se resiste al orden tradicional, a las injusticias, al poder, a las imposiciones, a la homogenización, al sistema. Se niega a lo impuesto por el orden, a los abusos contra los derechos humanos, a la violencia, la pobreza, la criminalidad, la injusticia… 

El arte debe ser un poderoso llamamiento a la acción de aquellos que están creando para que se involucren de manera más activa y efectiva en y con los problemas que afectan a los ciudadanos, por esta razón recalco el deber de informarse, investigar, documentarse, para poder trasmitir de una forma más clara y precisa las ideas, inquietudes, objetivos sociales, criticas, verdades ocultas y sobre todo para protestar. 

Creo que ya ha pasado el tiempo del artista inmaculado -genio romántico- que se encuentra encerrado en su estudio esperando que llegue la inspiración divina: la inspiración está en la calle. El arte debe de ser un puente que permita que pasen los asuntos sociales y políticos a un primer nivel, porque el arte en el siglo XXI será social o simplemente no será (Juan Barbancho, 2014).

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*Colaboración